jueves, 12 de marzo de 2015

Hasta pronto Abue

Disfrutando de su nieta (mi hermana) a poco de su nacimiento
y antes de pedirle una lloradita.
A pesar de la cantidad de palabras que tiene este bello idioma que utilizamos para comunicarnos, ¿cómo te digo que te he de extrañar?

Abuelo, abuelito, Telmo, viejo… en fin, tantas formas de llamarte con la palabra que ahora no sirven, solo los recuerdos, enseñanzas y una que otra anécdota, a más que mis pensamientos serán lo que puedan expresarte cuánta falta haces.

Y parece raro que no estés, aún podría decir que se mantiene tu presencia viva, y cómo no, si todos te pensamos y te tenemos en nuestros corazones abuelito.

No quiero recordar todos esos episodios de tus últimas semanas junto a nosotros, cuando como un niño necesitabas de la atención oportuna de quienes estaban a tu lado, mejor recuerdo en esta entrada tu fortaleza y temple ante las situaciones que se presentaban.

Prefiero recordar el día en que luego de jugar me invitaste a comer, por cierto eras un amante del fútbol, cosa de la que ya hablaré. En aquella ocasión en particular, si no recuerdo mal tenía unos trece años, jugaba en la selección de Santo Domingo y salía de ganar a la selección de Pedernales en un juego amistoso en el estadio Obando Pacheco, fuimos hasta un sitio de venta mariscos y yo pedí una bandera con un vaso de jugo, lo terminé y me ofreciste otro, dije sí, volví a terminarlo y me ofreciste otro, volví a decir sí, dijiste que era broma, hoy te puedo contar que en verdad me quedé con un poquito de hambre.

Al llegar a casa le comentaste a mi madre que eras capaz de no volverme a invitar a comer, ya que como dijiste “SOY CAPAZ DE MANTENERLO DE ROPA, PERO DE COMIDA ME DEJA EN LA RUINA”, seguramente te olvidaste de eso porque nunca dejaste pasar una oportunidad para brindarme comida, pero ya no me repetía más.

Una imagen que llevo siempre conmigo es verte llegar a casa con un costal en el hombro cargado de cosas o regalos, fue la imagen más simpática que he tenido de Papa Noel, ya que de esa bolsa salió mi “bugui bugui”, un carrito trepador de paredes y que aguantaba toda cantidad de golpes y choques a los cuales lo haya podido someter. Gracias viejo.

Y así podría tener muchas más historias que contar pero seguro se haría una entrada demasiado extensa, así que mejor me las guardo y sonrío mientras escribo y pienso como acortar un texto que de por sí es enorme, ya que habla de ti.

Fuiste un luchador de siempre, un ser que dejó de lado muchas cosas por tratar de cumplir con su familia, con su pueblo con sus hermanos y con cada persona que buscaba tu ayuda.

No estaría bien que me olvide de mencionar tu trabajo tesonero para lograr la parroquialización de tu Luz de América del alma, de tu “veintipucho” como la llamabas con cariño, de tu aporte en la creación de escuela, colegio, estadio, coliseo y alguna otra cosa que se me escapa ahora.

Que orgullo el mío decir que Telmo Rubio es mi abuelo. Te inventaste hasta la Liga Parroquial de Fútbol con tal de que tu Juventud Independiente, donde alguna vez jugué por ti, no dejara de participar en las competiciones deportivas de Santo Domingo, y no te equivocaste.

Abuelito desde esta vida te escribo para que entiendas lo importante que fuiste para todos, para que sepas lo importante que fuiste para mí, para que recuerdes lo importante que fuiste siempre.

Te voy a extrañar… hasta que nos volvamos a ver.


Hasta pronto viejo. Te quiero.