Hace más de dos años que no escribo en este espacio y en
realidad quisiera retomar la costumbre, para hablar de todo un poco, de vida, de experiencias y de todo aquello que nos pueda suceder.
Hoy es tiempo de iniciar con un tema que hace casi un mes lo
viví… el primer cumpleaños de mi hija.
Hija

Pero todo ese segundo resumido en una pequeñas palabras,
tiene su historia unos meses antes, cuando mi esposa preparaba la sorpresa de
mi vida, decirme que estaba embarazada y que seríamos padres.
Aún recuerdo que
con resultado positivo en mano, zapatitos de bebé, una sonrisa de madre
espléndida y sin saber qué hacer o decir de la emoción, lo primero que pude balbucear
es ¿estás embarazada?, hoy me pregunto, ¿es que acaso quería más pruebas?
Y los meses siguieron su curso, acompañados de días
tranquilos y de días con mucho movimiento por exámenes, controles y citas que
son normales en esta etapa. Tratar de saber todo y estar preparado para todo lo
que se avecina es lo ideal, pero que lejos estamos de lograrlo, nadie podrá
decir cómo es un embarazo o cómo tratar cada día de este bello proceso.
Ya para noviembre estábamos en casa con la emoción y las
ansias de tener a mi bella Amalia con nosotros (por cierto el nombre lo soñé yo)
para cuidarla, besarla, jugar con ella y tratar de ser los mejores padres
posibles.
Y llegó el día
Aquella tarde me alistaba para ir a trabajar mientras mi
esposa disfrutaba de un juego de video en la sala de la casa, de repente
escuché un llamado de ella que me informaba que era el momento justo para salir
en busca de la doctora que sería quien traiga mi hija al mundo. Nomás llegados
al consultorio de la doctora y analizado el panorama, se decidió que una
cesárea ayudaría a tener sana, salva y pronto a mi pequeña.
Para ese día vale la frase aquella, un tanto cursi, en la
cual dicen que se escucha el cantar de los ángeles cuando ves a alguien que
amas, creo que pude sentirlo.
En medio de tanto nerviosismo, preocupación por la cirugía
de mi esposa y por la espera de toda la familia, ahí estaba recibiendo a mi
hija, recibiendo a la mujer que ha cambiado mi vida para siempre.
Desde aquel momento el tiempo parece avanzar más rápido, con
menos espacio para mí, pues mi hija ocupa mis pensamientos, mis acciones y mis
deseos junto a mi esposa, ya no debo pensar en una sola, debo pensar en dos, y
con las dos se me acaba el espacio para mí.
No se puede definir el sentimiento que se tiene al escuchar
su primera palabra (MAMÁ), ni la preocupación que causa una fiebre, ni el dolor
de una vacuna. Sencillamente es único e irrepetible.
Hoy ya camina, ya es más independiente y aún la sigo
viendo como aquella bebé del 20 de noviembre que solo podía llorar para
defenderse de este mundo, imagino que aun cuando ya sea toda una mujer, seguirá
siendo mi Puchita, seguirá siendo mi pequeña y por supuesto seguirá siendo la
mujer que cambió mi vida para siempre.
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